En toda la geografía del globo y en todas las etapas de nuestra historia humana, encontramos que las diferentes culturas y civilizaciones han utilizado diversos materiales para usarlos como adorno, como signos de estatus, siempre para enviar un mensaje: distinguirnos del resto.
En la prehistoria, antes de la domesticación de los metales, los primeros seres humanos utilizaron huesos de animales, conchas, colmillos de fieras bestias, entre otros, para elaborar adornos que se colocaban en orejas, narices, o para colgarlos con diferentes artilugios alrededor de sus cuellos.
Luego, cuando descubrimos el brillo intermitente del oro, la plata, el platino en lo oscuro de la tierra o en los ríos, la joyería tomó un cariz de lujo y distinción. Los bastos acabados de la Edad de Piedra fueron dando paso lentamente a metales pulidos, brillantes, tersos. El descubrimiento de los metales preciosos fue, sin duda, uno de los grandes motores de la Historia: basta con recordar las diferentes fiebres del oro, responsables de muchas expediciones, descubrimientos y migraciones que han modelado pasajes enteros del devenir humano. La búsqueda de El Dorado, las minas de Potosí y el robo de su producto en altamar a manos de piratas), la fiebre del oro del Oeste de Estados Unidos, la exploración de las minas de diamantes en África del Sur, entre muchos otros casos, confirman y reafirman lo dicho.
Nunca debemos olvidar que las joyas y los ornamentos han cumplido con la función de acercar (o alejar, dependiendo del caso), a los espíritus. El papel ceremonial de las joyas, su calidad de amuletos, sigue acompañando al ser humano, aun hoy, en una era que se precia de llamarse racional.
En un ámbito más práctico, la posesión de joyas y piedras preciosas ha sido desde siempre una forma de cuidar, conservar e incluso aumentar el valor del patrimonio de personas, empresas, países, reinos. Como decía mi abuelo, lo bueno de la joyería es que nos permite que el gran valor se conserve y sea portable, que ocupe poco espacio. “Me canso de este lugar, fundo todo y me lo llevo en un bolsillo”, decía.
Hoy por hoy, la joyería se ve atravesada por las tendencias mundiales y responde a su época, como siempre, adaptándose. La trazabilidad en la extracción de materias primas, la certificación de pierdas “limpias de sangre”, obtenidas con procedimientos éticos, así como la incorporación de elementos de alta tecnología en el diseño, producción y venta de joyas, son una constante en el negocio actualmente. Sin embargo, la tradición artesanal y creativa, sigue siendo altamente valoradas.
Te presentamos nuestra marca de joyas de plata, melifluo.store, en donde rendimos homenaje a esta historia, a esta Historia con mayúsculas, de magia, estatus, estética y dinámica.
Qué interesante es la historia de las joyas y el valor que les damos. Sabemos que su valor parte de su belleza y la construcción social que les da importancia, pero realmente una joya te hace sentir especial, más bonita, más sofisticada e incluso puede armar o dañar un look según que tan bien lo estilices.
En lo personal las joyas de plata me parecen hermosas, me gustan más que las de oro.
Gracias, Dome por tu valioso comentario. LAs joyas elevan los looks y resaltan lo mejor de cada persona. No es la joya, es tu flow. Nos encantaría recibir sugerencias de temas que te interesen para futuras entradas!